Pensemos la intervención temprana como
Los diferentes tipos de apoyo a la crianza de los hijos que brindan los profesionales de primera infancia y otros miembros de la red social, que proporcionan a los padres el tiempo, la energía, los conocimientos y las destrezas necesarias para involucrar a sus hijos en las oportunidades cotidianas de aprendizaje infantil que promueven y mejoran la confianza y la competencia tanto del niño como de los padres
Para quienes hemos sido formados en el modelo clínico rehabilitador focalizado en el niño en profesiones como psicología, fonoaudiología, terapia ocupacional, psicopedagogía, contemplar esta definición requiere cuestionar lo conocido. Hemos escuchado y aprendido que los niños deben "hacer terapia" y que esto requiere que el terapeuta trabaje uno a uno con el niño para superar sus déficits, con actividades, materiales y situaciones muchas veces desconectados de su vida cotidiana y con poca presencia, comunicación y colaboración con la familia.
Sin embargo, la investigación acumulada de los últimos 40 años y más, nos muestra que, dicho de un modo muy simple, los niños y niñas aprenden de sus cuidadores, en las actividades y rutinas de todos los días, con objetos y actividades de su interés, y con oportunidades repetidas y frecuentes. Este nuevo cuerpo de conocimiento, ha dado lugar al surgimiento de las Prácticas Recomendadas en Atención Temprana, planteadas por la DEC en 2014 (Division of Early Childhood).
Dentro de las recomendaciones de las que hablaré en futuros artículos, el eje sobre la familia, destaca la centralidad de la familia en la intervención/atención, el rol del profesional para co-construir las capacidades de la familia, es decir la capacitación, y la necesidad de un vínculo de colaboración entre familias y terapeutas.
El rol profesional es la atención temprana de hoy
Si alineamos nuestras prácticas a estas premisas, nos encontramos con los verdaderos protagonistas: el ambiente natural (el hogar, la escuela, la plaza, el club, la casa de los abuelos), con cuidadores responsivos (progenitores, hermanos, familia extendida, niñeras, docentes,), con las actividades de todos los días (cambiarse, ir al super, bañarse, las comidas, pasear en auto, ir a la plaza, visitar familiares) y con los verdaderos intereses de los niños y niñas que pueden ser muy distintos al set de juguetes que tenemos preparados en nuestro consultorio o sala de terapia.
Una vez que hemos reconocido a estos protagonistas de la atención temprana, tenemos que garantizar que en estos contextos, actividades y con estas personas, los niños y niñas tengan oportunidades de aprendizaje frecuentes y repetidas. Y aquí es donde aparece nuestro protagonismo como profesionales. Somos nosotros, los expertos en desarrollo infantil, en los trastornos del neurodesarrollo, en crianza, en conducta, en comunicación, los que vamos a colaborar con los cuidadores para que ellos puedan a su vez brindar al niño esas oportunidades repetidas, frecuentes y significativas de aprendizaje.
¿Y cómo lo hacemos? Los cuidadores no son niños "más altos". Son adultos, con sus creencias, experiencias previas, expectativas. Ellos requieren que los terapeutas utilicemos herramientas basadas en la andragogía (Knowles, 1980), la cual es una disciplina sobre el aprendizaje del adulto que nos guía a que el adulto se mantenga motivado, comprenda y pueda aplicar aquello que precisa para brindar a su hijo o hija esas oportunidades diarias.
La colaboración entre terapeutas y cuidadores existe desde hace tiempo. Inicialmente en un formato muy directivo. En los "entrenamientos a padres" (parent training) el profesional entrenaba al cuidador en estrategias específicas con poco lugar al feedback del padre y siguiendo lo que el profesional consideraba a priori que era necesario que el padre aprenda.
Con los años, esta manera de capacitar a los cuidadores fue tomando cada vez más los aportes de la andragogía, del coaching, del enfoque de construcción de competencias, y sigue evolucionando hacia un paradigma verdaderamente colaborativo.
El coaching en atención temprana
Según Dathan Rush y M´Lisa Shelden, dos de los principales exponentes mundiales de la aplicación del coaching en atención temprana, el coaching en este contexto es:
El coaching es una estrategia de aprendizaje para adultos en la que el coach promueve la capacidad del que aprende para reflexionar sobre sus acciones, como un medio para determinar la eficacia de una acción o práctica y desarrollar un plan de refinamiento y uso de esa acción en situaciones inmediatas y futuras.
El coaching es un modo de interactuar que le permite al cuidador reflexionar sobre lo que quiere aprender para ayudar a su hijo, sobre lo que ya le está funcionando bien con su niña, sobre lo que gustaría modificar o no. El terapeuta en este rol facilita este proceso a través de observaciones de situaciones reales y cotidianas (ya sea en persona o utilizando la tele-intervención), haciendo preguntas al cuidador que habilitan la reflexión, practicando, modelando, dando feedback y planificando futuras acciones.
Así, cuidador y profesional se encuentran en cada visita o sesión de atención temprana con el objetivo de seguir refinando los planes que el cuidador implementará, y que lo llevarán a alcanzar las metas que él o ella misma se han puesto para la calidad de vida de su familia.
El coaching aplicado a la atención temprana requiere que el profesional desarrolle nuevas habilidades que no ha aprendido en su carrera de grado. Requiere que mire a la familia como un par, un experto en su hijo/a y familia, un socio en esta empresa de desarrollar el potencial del niño con desafíos del desarrollo. Requiere habilidades interpersonales para lograr un vínculo de colaboración y también requiere que se coordine y trabaje en transdisciplina con el resto del equipo de intervención. Estos temas serán sin duda eje de futuros artículos.
Lecturas sugeridas
Escorcia, Claudia & Rodriguez, Lidia. (2019). Libro Prácticas de Atención Temprana Centradas en la Familia y en Entornos Naturales.